
Creo que tuve la vida lo suficiente tranquila y monótona para que se me ocurriera este experimento.
Soy una carnívora crónica, y siempre prefería carne en lugar de un bolillo o espagueti. Un bonito día, cenando en un lugarcito de cortes argentinos en la Condesa, decidí someterme a una semana de puro vegetarianismo: sin carne, sin salchichas, sin jamón, sin chorizo, sin barbacoa, sin carnitas, sin pescado, sin mariscos... Los que me conocían, dijeron: ¨No vas a poder!¨
Mm, pensé, porque? Porque toda la vida prefería de desayuno un Baguette de Corn Beef de Bistrot Mosaico , para lo comida un cortesito con sangre en CH! o Harvey´s o Bar Biela o Rincón Argentino o algún otro lado, y para le cena - una media docena de taquitos grasosos. Y el día siguiente todavía desayunaba el recalentado del New York o Bife de Chorizo!
Me imagino que solo leyendo mi menú se les detuvo el corazón por la cantidad de colesterol y materias cancerígenas que se producen rostizando la carne al carbón. Pues así, así era mi dieta cotidiana...
Considerando la variedad de platillos mexicanos que no se imaginan sin carne (tacos, carnitas, barbacoa, chicharrón, choriqueso (aunque dudo que tenga aunque sea 10% de carne en su composición!), enchiladas etc.), veré que tan difícil es la vida vegetariana viviendo y trabajando en mero centro de la ciudad.
Primer día.
Ya desde anoche armando mi desayuno-comida casera para llevar, me enfrenté con una duda esencial: que voy a comer que no sea carne/pescado? Revisé mi refrigeradora que contenía espinazo con nopales en salsa verde (lo aprendí hacer a la mexicana después de 6 años de vida en México!), costillitas a la Barbecue, un topper de paella valenciana (que a pesar de camarones y mariscos, contenía salchicas y un pedazo de pollo)... Bueno, pensé, no va a ser fácil. Mejor compraré algo ahí por la oficina. Agarré rápido una rebanada de pan negro (es alemán y se compra solo en Superama; en ningún otro lugar he encontrado nada parecido a pan Lituano) y dos rebanadas de queso manchego; eso fue mi desayuno. Ya en la oficina, a pesar de mi sándwich, tomé obligatorio medio litro de café (si no, no despierto...), y me puse a trabajar. Hasta la hora de comida la vida seguía su camino, y pensé que no era tan difícil como o imaginaba... Vaya, que equivocada fui! Para aguantar 5 horas entre el desayuno y la comida, acabé un puño de almendras y un frasquito de yogurt natural (Alpura, porque los demás si no tienen azúcar o sabores artificiales, contienen aspartame, lo que es endulzante químico, guacala!)
Para la comida tuve una opción clara e indudable: iré a Hansa, comida nutritiva y sana. Ahí comeré una sopa del día (mole de hoya quee por cierto meparecíauna sopa de verdura simple, no contenía nada de carne (aunque en algunas ocasiones la he probado y si tenia carne) pero rica), y un Tentempié que era trigo con jitomate, aguacate y jojoque, y contenían poco de chile. Iba acompañado con una arracada (galleta? pan?) con ajonjolí.
Comí hasta que me dolió el estomago, pero caray! no sentí nada de satisfacción ni llenitud. Que absurdo, ya no cabía nada, pero sentí que no he comido nada.
Regresé a trabajar y no pude pensar de alguna otra cosa, que la comida.
Ni hablar que a la salida (después de 4 horas de comer, lo que significa que todo ya había digerido hace buen rato!) tenía muuucha hambre. Tanta que en camino pasé al Tizoncito en la Condesa, para cenar.
Tres meseros me ofrecieron ¨tacos de pastor para empezar?¨ y les tuve que decir que no. Si me hubieran ofrecido la cuarta vez, les hubiera contestado algo feo, lo juro! Después de leer la carta dos veces, al fin encontré algo para mi dieta: una orden de 3 quesadillas, una orden de guacamole y una orden de cebolletas. Entre muchas salsas había un platito de frijoles refritos. Nadie en la vida me han visto comer las frijoles con tanto gusto! Yumi! Sin embargo, al acabar mi cena, me sentí como si no hubiera comido nada. Bueno, no hay nada que medio litro de cerveza no pueda arreglar... El estomago se sintió satisfecho, y me apuré a dormir para no pensar en este cambio drástico en mi organismo...

Segundo día.
Despierto abrazando una botella de agua mineral; en algún lado leí que así uno debería empezar el día saludable. Y las quesadillas eran saladas... A parte trato de engañar mi estomago y llenarlo con algo antes que desayune. En el camino a trabajar le estoy platicando a mi marido sobre mi cena de ayer, y no dejo de babear. Compartimos experiencias de comidas vegetarianas que hemos comida en la vida, y por cierto, no son muchas..
El desayuno esta mañana es omlete de dos huevos, y unas cucharas grandes de frijoles refritos (no sé como pude vivir sin frijoles! (es sarcasmo. Pero por lo menos me llenaron un poco)).
Medio litro de café, y la vida sigue. Un poco de chocolate... Y la vida sonríe.
La hora de comida. La junta se alarga (p a r a v a r i a r) y salgo a comer a las 15:30. El estomago no me lo perdona. Se dobla y se hace nudo cuando paso por el restaurante argentino y huelo humo rico de carbón, en cual se escurren los jugos del carne mientras se fríen...
Al acercarse a Hansa, pienso un rato, que se me antoja. Nada... Ok, let it be crema de champiñones y una ensalada con soya. Espero mi pedido más tiempo que nunca.. Ya van a dar las cuatro p.m., y sigo sin comer. La espera se hace larga... Cuando la comida vegetariana ya está en mis manos, corro hasta el comedor de la oficina. Abro el paquete. La crema de hongos se desaparece un dos minutos. Espero un ratito disfrutando un balbuceo pacifico de mis entrañas, y desenvuelvo otro plato. Hmmm, imaginaba a la soya de otra manera.. Son cascaritas color café, muy delgadas y no tiene si sabor ni olor. De echo, sabe feo. La tiro y me dedico al arroz integral con trocitos de verduras, rebanadas de aguacate, un montón de lechuga y espinaca... No disfruto. Ni modo, hay que comer. No me rendiré tan fácil. Encuentro poco chayote cocido. No ayuda... Quizas primera vez en la vida como algo por hambre, no por antojo (exagero, pero así parece en este momento).
Perdón, eso es lo que ellos llaman ¨soya¨?
Un Thé chai latte de Starbucks con 2,5 shots (parece broma, jaja pero es cierto) ayuda, pero no para largo. Pasa una hora y ya estoy planeando mi cena. El Tizoncito otra vez, los meseros ya me reconocen :) Pido las quesadillas con rajas, una orden de guacamole, y me decepcionan: las quesadillas se me hacen tan grasosas! Por hambre como a dos, y de otra quito todo lo de encima y como pura tortilla. Siento una pesadez en el estomago. No disfruto. Ya no quiero nada. Voy a la casa y me echo media botella de agua mineral (la tengo abierta porque no me gustan las burbujas. A los que me dicen ¨entonces toma agua normal!¨ les contesto; ¨no sabe igual¨)
La luna está maravillosa, by the way.
Mañana es tercer día, y a pesar de todo, me gusta sentir como me siento. Sería hipocrita diciendo ¨Me siento bien por no matar seres vivos o no comer carne de animales muertos¨ o algo parecido; simplemente me gusta sentir que puedo dejar de hacer cosas que siempre hacia por puro gusto y nunca me las negaba. Ahora soy yo quien manda, y no son mis antojos :)